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Equilibrio entre placer y dolor y su papel en las adicciones

  • Foto del escritor: PADULUCE
    PADULUCE
  • hace 13 minutos
  • 7 Min. de lectura

Decía Epicuro en su Carta a Meneceo que “el placer es el principio y el fin de la vida feliz”. Este filósofo griego, cuyo nombre ha pasado a la posteridad como sinónimo de hedonismo o desenfreno, tenía sin embargo una noción del placer mucho más cercana a la moderación de lo que normalmente se piensa. Para él, la búsqueda del placer era el principal motor de la conducta humana; pero, según Epicuro, los seres humanos “no buscamos cualquier placer, si no que en ciertos casos despreciamos muchos placeres cuando tienen como consecuencia un dolor mayor”. Hoy, en nuestro blog, hablamos del equilibrio existente entre placer y dolor y su papel en las adicciones.


Equilibrio entre placer y dolor y su papel en las adicciones
El placer y el dolor funcionan en nuestro organismos como una balanza: una gran subida en uno de los lados implica un gran descenso en el lado opuesto.

La relación existente entre placer y dolor, sus dinámicas, sus reajustes, sus ambigüedades… forma parte inexcusable del proceso terapéutico en lo que respecta a las adicciones. Las propias adicciones suelen estar muy relacionadas con la búsqueda del placer; o, de forma negativa, con el deseo de evitar el dolor. En esta, como en tantas otras materias, el organismo humano parece tender al equilibrio, a la autorregulación, y no pocas veces las personas adictas se sirven del consumo de drogas u otras conductas adictivas precisamente como vía de escape ante un gran dolor o problema. Lo que se buscaría así es compensar con un “gran” placer, o cuanto menos, con cierta anestesia, el dolor previamente sentido. Este proceso de compensación, que a veces opera de forma totalmente inconsciente, forma parte del motor de la adicción; y, sin duda, juega un papel fundamental en su desarrollo y mantenimiento.

 

Para hablar del tema que hoy nos ocupa nos dejaremos guiar por el pensamiento de la psiquiatra estadounidense Anna Lembke y su obra Generación Dopamina. Nacida en 1967, Lembke es jefa clínica de Diagnóstico Dual en la prestigiosa Universidad de Stanford, donde se ha especializado en el estudio y tratamiento de “nuevos” tipos de adicciones, como puede ser la adicción a las redes sociales o a la pornografía. Asimismo, Lembke se ha convertido en una de las voces más críticas para con la epidemia de opioides que sufre Estados Unidos en la actualidad. Como puede verse en la siguiente cita, extraída de una entrevista que la autora concedió a The New York Times, Lembke entiende que:


“El aspecto más aterrador es que la expansión de la pandemia (de opioides) se apoyó en médicos, la mayoría de ellos bienintencionados, que recetaban fármacos muy adictivos […] Dentro de una cultura que promueve las pastillas como soluciones rápidas sin valorar sus efectos en la salud a medio/largo plazo, y todo ello además con la complicidad de las corporaciones farmacéuticas, la burocracia del sistema médico y los gobernantes. […]  Y todo ello en un país con un sistema público de salud casi inexistente en el que lo seguros no acostumbrar a cubrir los tratamientos de las conductas adictivas”.



El especto colectivo o político de las adicciones en el mundo contemporáneo


Tal y como Lembke refleja en su Generación Dopamina, vivimos en una época en la que factores como la globalización o el auge de internet han conducido a lo que muchos autores denominan el estrés o la paradoja de la sobreabundancia: tenemos tantas oportunidades, tantas opciones…que estas o bien nos paralizan, conduciéndonos a la inacción, o bien nos conducen a la sobreestimulación, es decir, primero a la comisión de los más variopintos excesos… para después abocarnos a la abulia, a la total indiferencia. Porque, tal y como sostiene Lembke, en la actualidad parece que “necesitamos seguir consumiendo estas drogas y comportamientos altamente estimulantes”, como puede ser el uso abusivo de internet, el porno o las redes sociales, “no para estar colocados y sentirnos bien, sino para equilibrar la balanza y sentirnos normales”.


Como ya vimos para el caso de EE. UU. y la pandemia de opioides, para Lembke el problema de las adicciones en el mundo actual es algo que trasciende lo individual para adentrarse en el terreno de lo colectivo. En este sentido, para ella el análisis de la cuestión debe partir de la siguiente pregunta: “¿Qué hay en nuestras vidas actuales que nos hace estar tan desesperados por intoxicarnos de una forma u otra?” La propia Lembke responde a este interrogante afirmando que “estamos luchando contra un narcisismo endémico, en el que nuestra cultura nos exige que nos centremos tanto en nosotros mismos que lo que se crea es esta profunda necesidad de escapar de nosotros mismos, de ahí que eso es lo que impulsa gran parte de nuestra búsqueda de intoxicantes como una forma de no tener que pensar en nosotros mismos durante, no sé, una bendita hora o dos”. Y todo esto se ve agravado por el hecho de que “nuestro sistema médico hace demasiado hincapié en recetar pastillas y realizar procedimientos, porque es más lucrativo y rápido, y porque tenemos un sistema que no está bien preparado para tratar trastornos crónicos recurrentes y remitentes como la adicción y otros problemas de salud mental” (cuestión que, por nuestra parte, ya abordamos en nuestro blog cuando tratamos el tema de las benzodiacepinas). 


Generación Dopamina parte, pues, de esta idea de que en la actualidad vivimos en un “mundo de abundancia con acceso constante”, y de que “el acceso en sí mismo es un factor de riesgo”. Pero, antes de poder seguir hablando con la relación existente entre placer, dolor y adicción, hemos de hablar del papel que juega en esta ecuación una sustancia llamada ‘dopamina’.

 

El papel de la dopamina en las adicciones

 

La dopamina es un neurotransmisor, es decir, es una molécula que sirve para que nuestras neuronas se pasen información de unas a otras. En concreto, la dopamina juega un papel trascendental en el correcto funcionamiento de nuestro cerebro por su participación en procesos mentales tan importantes como la memoria, el aprendizaje o el sueño, de ahí que un exceso o una falta en su producción pueda tener consecuencias graves en nuestra salud. Por ejemplo, se ha demostrado que una producción baja de dopamina puede ocasionar anhedonia, es decir, ‘incapacidad patológica de sentir placer’, uno de los principales síntomas de la depresión.


El caso es que nuestro cerebro, al realizar ciertas acciones o conductas, refuerza su repetición soltando dopamina. Durante muchos años la dopamina fue considerada “la molécula del placer”, si bien investigaciones recientes han demostrado que la dopamina no es la causa directa de la sensación de placer o euforia y que, por lo tanto, existen otros mecanismos que pueden activar el llamado sistema de recompensa de nuestro cerebro. A pesar de ello, la comunidad científica sigue considerando que la dopamina es clave, más que en la producción de placer en sí, a la hora de provocar precisamente que queramos repetir dichas actividades placenteras y reforzar así la conducta que ha desembocado en dichas sensaciones de placer.


Cuando se consumen drogas, la producción de dopamina que lleva a cabo nuestro cerebro se dispara. Y es que las sustancias y las conductas que provocan adicción son capaces de generar auténticos torrentes de dopamina que, a su vez, pueden incluso llegar a cambiar la propia conformación neurológica del sujeto. Así, tal y como se explica desde Orbium Adicciones, al consumir drogas se “crea una sobreestimulación de las neuronas, lo que desencadena una sensación de euforia fuerte y duradera”. Por lo tanto, “cuando una persona consume de forma continua una droga, el sistema de recompensa se ve afectado y se desensibiliza a los estímulos cotidianos”. Esto provoca a su vez que “el resto de las actividades diarias, como son la comida o la actividad física, dejen de generar una sensación tan intensa y la motivación para realizarlas vaya disminuyendo hasta erradicarse casi por completo”. De ahí que muchas personas estén optando por realizar ayunos de dopamina de cara a tratar de "resetear" sus niveles de dopamina.


Tolerancia y síndrome de abstinencia


Esta perniciosa relación entre adicción y dopamina se ve agravada por dos fenómenos íntimamente relacionados con el consumo abusivo de drogas, como son la tolerancia y el síndrome de abstinencia. La primera de ellas, la tolerancia, viene a decir que cuanta más cantidad de droga se consume o cuanto más se repite una acción potencialmente adictiva menos dopamina produce su repetición; por lo que, para volver a sentir lo mismo que antes se necesita aumentar la dosis o la magnitud del impulso. Así, por ejemplo, las personas que consumen MDMA, si persisten en su hábito y lo prolongan en el tiempo, en un futuro habrán de aumentar la dosis de droga ingerida o, de lo contrario, esta no les hará efecto alguno.


Por otro lado, se denomina síndrome de abstinencia a todo un heterogéneo conjunto de síntomas que pueden aparecer tras dejar de consumir una droga a uno era adicto. Estos síntomas son muy variados y pueden ir desde un simple dolor de cabeza o ligera ansiedad hasta delirios, convulsiones, coma o incluso llegar a ocasionar la muerte, como ocurre en el caso del alcohol. Por lo tanto, ante el síndrome de abstinencia es normal que la persona actica piense en consumir, más que para sentir euforia o bienestar, para dejar de sufrir.




Volviendo a Lembke y su Generación Dopamina, la autora nos cuenta que, en un experimento llevado a cabo con ratas de laboratorio, científicos trataron de cuantificar cuánto aumenta producción basal de dopamina en el cerebro ante el consumo de ciertas sustancias. Así, los resultados demostraron que el cerebro de los roedores aumentaba la producción de dopamina en:


  • un 55% si consumían chocolate.

  • un 150% si a las ratas se les administraba nicotina.

  • un 225% si ingerían cocaína.

  • un ¡1000%! si tomaban anfetamina.


En consonancia con los resultados obtenidos en este estudio, Lembke afirma que “cuanta más cantidad de dopamina linera una droga en la vía de recompensa del cerebro […] y cuanto más rápido lo hace, más adictiva resulta una droga”. Sin embargo, más allá de las implicaciones éticas que presenta hoy en día la experimentación con animales, cabe destacar que, pese a que los resultados fueron bastante significativos y arrojan cifras realmente escalofriantes, este estudio fue realizado en cautividad, es decir, en un entorno en el que los estímulos externos se encuentran significativamente disminuidos.


Equilibrio entre placer y dolor y su papel en las adicciones


Basándose en la "teoría del proceso oponente", una teoría elaborada por John Corbit y Richard Solomon allá por 1978, Lembke entiende que el sistema de recompensas del cerebro funciona como una especie de balanza que busca la autorregulación y en la que, a resumidas cuentas, “todo lo que sube tiene que bajar". Por ello, "cada vez que el equilibrio se inclina hacia el placer, unos poderosos mecanismos de autorregulación entran en escena para volver a nivelarlo". Según Lembke, “estos mecanismos de autorregulación no requieren un pensamiento consciente o un acto de voluntad” para entrar en funcionamiento.


Nacho, uno de nuestros terapeutas, explica esta noción de placer y dolor en equilibrio en el siguiente video:


El placer y el dolor operan como una balanza que siempre busca la autorregulación, el equilibrio.

Si tienes un problema con alguna sustancia o conducta adictiva, no dudes en ponerte contacto con nuestro equipo. ¡Desde Paduluce podemos y queremos ayudarte!



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